¿Puede concentrarse el niño?
¡Bling! Suena una notificación en el teléfono de alguien y todos comprueban inmediatamente su dispositivo. Quien no ha recibido un mensaje esta vez guarda su teléfono hasta que suena otro. Lo mismo ocurre muchas veces al día, todos los días. Con la creciente popularidad de los smartphones, cada vez es más frecuente que el mensaje salga del bolsillo de un niño.
Es casi imposible escapar de la tecnología, y pocos quieren hacerlo hoy en día. Los dispositivos inteligentes ofrecen un flujo inagotable de diversión, información, ayuda y entretenimiento, así como una forma rápida y sencilla de ponerse en contacto con los seres queridos en cualquier momento y lugar. La tecnología está diseñada para hacer la vida cotidiana más fácil y agradable, y en la mayoría de los casos lo consigue.
Pero hay una cara oscura de la moneda. La mente humana ha evolucionado durante milenios para procesar la información de una forma que no se ve favorecida por la sobrecarga de información y las constantes interrupciones actuales. Al contrario, se ha demostrado que un uso elevado de la tecnología perjudica la concentración de todos los usuarios, incluidos los adultos. Sin embargo, son los niños quienes pagan la factura más alta.
La capacidad de concentración es una habilidad valiosa
Al concentrarse en una actividad, la mente humana es capaz de absorber cierta cantidad de información mientras el cerebro hace todo lo posible por bloquear posibles distracciones: sonidos, interrupciones y estímulos no relacionados con la tarea en cuestión. Esta característica ha hecho posible concentrarse en tareas cognitivamente exigentes como leer, escribir o resolver rompecabezas. La exclusión de estímulos externos es esencial para completar la tarea con eficacia y a tiempo.
Los avances tecnológicos han provocado un cambio notable en nuestra vida cotidiana: estamos constantemente interrumpidos, en todas partes. Las consecuencias de este fenómeno son especialmente graves en los niños, cuyo cerebro aún se está desarrollando.
Según un estudio publicado en el Journal of Experimental Psychology, incluso las interrupciones breves pueden tener un impacto significativo en la concentración. Según el estudio, se tarda una media de 23 minutos y 15 segundos en volver al llamado "estado de flujo" tras una interrupción. Así, un niño que hace los deberes o se dedica a un hobby puede necesitar mucho más tiempo para completar sus tareas si, por ejemplo, tiene el smartphone a mano con mensajes de sus amigos o notificaciones de aplicaciones de juegos y nuevos vídeos de YouTube. Las distracciones están siempre a una notificación de distancia.
Además de la interrupción, la tecnología expone a los niños a una estimulación constante. Los videojuegos, las redes sociales y otras actividades en línea estimulan constantemente la mente. La navegación rápida proporciona un placer adictivo. Este bombardeo constante de estímulos dificulta la concentración de los niños y hace que todas las actividades sean más efímeras. Muchas plataformas de medios sociales, como TikTok e Instagram, favorecen un formato corto y de ritmo rápido precisamente porque es adictivo. Los vídeos están diseñados para captar tu atención en cuestión de segundos y, si no te interesa el contenido, siempre puedes pasar al siguiente vídeo.
La naturaleza adictiva de las redes sociales probablemente ya no sorprenda a muchos, pero la gravedad de las consecuencias puede ser una llamada de atención. Un estudio publicado en Computers in Human Behaviour muestra que cuanto más tiempo pasan los niños en las redes sociales, más probabilidades tienen de tener problemas de concentración e hiperactividad. El estudio también revela que los niños que pasan más tiempo en las redes sociales sacan peores notas y son más propensos a tener comportamientos de riesgo.
¿Cuál es la cantidad adecuada de tecnología inteligente?
¿Qué pueden hacer los padres para ayudar a sus hijos a concentrarse y evitar los efectos negativos de la tecnología? El primer paso es limitar el uso que hace su hijo de la tecnología. La Academia Americana de Pediatría recomienda no más de una hora de pantalla al día para los niños de entre 2 y 5 años, mientras que para los niños de entre 6 y 18 años, el tiempo de pantalla no debe superar las dos horas diarias.
Sin embargo, las directrices son difíciles de poner en práctica. Según los estándares internacionales, los padres españoles son los primeros en adoptar los teléfonos inteligentes para sus hijos.
Mantener el contacto con los más pequeños de forma segura
Normalmente la decisión se toma por razones prácticas cuando el niño empieza el cole: poder contactar a la familia, recibir cierta independencia gradual, siempre que lo necesiten. Muchas personas son conscientes de los riesgos que entraña un smartphone, pero deciden comprarlo de todos modos por razones de seguridad y practicidad, aunque a menudo no estén totalmente convencidas de haber tomado la decisión correcta para sus hijos.
Una vez que el niño tiene un teléfono movil, es difícil controlar su uso y rápidamente se supera el tiempo de visionado recomendado. Es fácil saltar los límites de edad establecidos por muchas aplicaciones y el ciclo nocivo está listo para comenzar.
La mejor manera de fomentar el desarrollo, el aprendizaje y la concentración del niño es posponer la compra de un smartphone
Una buena alternativa al teléfono móvil es un smartwatch diseñado para niños, sin acceso a Internet, redes sociales ni juegos, para llevarlo siempre en la muñeca.
Con el smartwatch de Xplora, el niño sólo puede ser contactado en números preaprobados por un adulto en la aplicación parental. El reloj también se puede configurar en modo escolar, para que actúe como un reloj de pulsera normal, sólo uno de los padres puede desactivar esta función directamente desde la app parental. De este modo se eliminan las distracciones cuando llega el momento de concentrarse.
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Los padres también deben animar a sus hijos a participar en otras actividades, como leer, jugar al aire libre y pasar tiempo con amigos y familiares. Los recuerdos más importantes de la infancia ocurren lejos de la pantalla.La tecnología es un buen sirviente, pero un mal dueño.